El fantástico sistema de defensa de nuestro cuerpo frente a las infecciones

Para protegerse y defenderse frente a la invasión de patógenos y de sustancias extrañas o peligrosas, nuestro organismo dispone de un fantástico y bien organizado sistema de defensa propio, el sistema inmune.

Nuestro cuerpo cuenta con tres barreras de defensa, integradas por un conjunto de células, tejidos y procesos biológicos distribuidos por todo el organismo, que tratan de impedir la entrada de agentes patógenos responsables de desarrollar infecciones y causar enfermedades. Pequeños “invasores” como:

  • Microorganismos (gérmenes patógenos, como las bacterias, los virus y los hongos)
  • Parásitos (como los gusanos)
  • Células cancerosas
  • Órganos y tejidos trasplantados

“El sistema inmune está formado por células, órganos, tejidos, moléculas y procesos biológicos que trabajan en equipo para frenar y destruir a todos estos patógenos.”

Antes de que un agente extraño ingrese a nuestro organismo, nuestro cuerpo dispone de múltiples barreras naturales de defensa (primera barrera de defensa) que de modo pasivo tratan de impedir la penetración de los microorganismos patógenos.

Ahora bien, si lo consiguen, gracias a que el sistema inmune está continuamente comunicado con todo el cuerpo, empieza a enviar mensajes advirtiendo de que el cuerpo está siendo atacado.

Tras este aviso, el sistema inmune entra en funcionamiento y se pone en marcha la denominada “respuesta inmunitaria” para detener, atacar y controlar a los agentes extraños al organismo y potencialmente dañinos.

Pero para que este proceso funcione correctamente el sistema inmune debe ser capaz de distinguir entre “lo que pertenece al organismo =lo propio” y “lo que no pertenece al organismo =lo no propio o extraño”. Cierto es que algunas veces el organismo se confunde y ataca “sin querer” a nuestras propias células, como ocurre por ejemplo en la diabetes.

Mientras nuestro sistema inmune funciona de forma correcta y eficiente no nos damos cuenta de qué servicio nos hace, pero si deja de funcionar correctamente, es decir, no está en equilibrio y pierde efectividad,  los patógenos y sustancias extrañas a nuestro organismo pueden causarnos problemas y enfermedades.

Bien, pues vamos a hablar sobre las tres barreras de defensa o niveles de defensa que un agente extraño o patógeno debe superar para desarrollar una infección dentro de nuestro cuerpo.

 

1. Primera barrera de defensa: la piel, las mucosas, la saliva, el moco y las lágrimas, etc.

Nuestro cuerpo dispone de múltiples barreras naturales que tratan de impedir de un modo pasivo e inespecífico la penetración de los microorganismos. Existen cuatro tipos de defensas externas: físicas, mecánicas, químicas y microbiológicas. que actúan en equipo, conjuntamente:

  • Barreras físicas: La piel que recubre el exterior de nuestro  cuerpo y las mucosas que recubren las cavidades de los aparatos que comunican con el exterior (boca, orificios nasales, aparato genitourinario, …) son dos barreras muy eficaces.                                                                                    Cuando la piel esta íntegra y saludable, lo normal es que los patógenos no puedan penetrar y gracias al lavado podemos simplemente dejar de estar en contacto con ellos.                                                      Las mucosas, también son barreras muy eficaces. Contamos por ejemplo con las mucosas de la boca, de los ojos, del oído externo, la mucosa respiratoria, la mucosa rectal y del aparato genitourinario o la del aparato digestivo. Los microorganismos aprovechan la rotura de estas barreras (por heridas, picaduras de insectos, quemadura, ulceraciones, …) para penetrar en el interior del organismo.

  • Barreras mecánicas: Este tipo de barreras impiden de forma mecánica e inespecífica el paso de los microorganismos evitando que penetren en el organismo. Son por ejemplo, los cilios de las células epiteliales de las vías respiratorias, cuyo movimiento facilita la eliminación de microorganismos y otros elementos extraños atrapados en el mucus. También, el flujo de orina desde la vejiga urinaria hacia el exterior, las lágrimas, o el movimiento intestinal favorecen el arrastre y la expulsión de patógenos.

  • Barreras químicas: Algunas secreciones actúan como barrera química contra los gérmenes. Es el caso de la saliva, las lágrimas, el moco nasal donde se quedan atrapados muchos patógenos del aire que luego son expulsados al toser o al sonarnos la nariz, el ácido láctico producido por las células de la piel, los jugos gástricos o las secreciones ácidas de la mucosa vaginal, por ejemplo, que nos ayudan a inactivar diversos agentes patógenos. 

  • Barreras microbiológicas: La microbiota que habita en la piel y en los aparatos respiratorio, digestivo y urogenital, juega u importante papel en la barrera primaria de defensa al producir sustancias que impide la proliferación de microorganismos, además de competir con ellos por los nutrientes.

 

2. Segunda barrera de defensa: respuesta inmune innata

Si el patógeno ha conseguido superar todas las trabas que le ha puesto la primera barrera de defensa, pasa al interior del cuerpo y entra en contacto con el sistema inmune. En este momento pueden darse dos situaciones: 

  1. que nuestro sistema inmune permita la presencia y circulación del agente externo por el cuerpo, no generándose la reacción inmunitaria (Inmunotolerancia
  2. o bien que nuestro Sistema Inmune reaccione ante la presencia del agente extraño y reaccione y ponga en marcha el mecanismo de Respuesta inmunitaria.

El microorganismo patógeno consigue entrar en el cuerpo, pasa al tejido subcutáneo, se adhiere a él y empieza multiplicarse colonizándolo y desencadenando una infección. A veces, la infección permanece localizada en las células o tejidos en los que se originó, pero en otros casos, el microorganismo se distribuye a través de la sangre a otras partes del cuerpo y la infección se propaga.

“Si nuestro sistema inmune reacciona a la infección provocada por los microorganismos patógenos, se activan y ponen en marcha la segunda (Respuesta inmune innata) y la tercera barrera (Respuesta inmune adaptativa) que trabajarán en equipo en la eliminación de estos”

La segunda barrera de defensa entra en funcionamiento con el objetivo de reconocer la presencia del invasor, eliminarlo y combatir la infección local que se ha producido, impidiendo que se propague por todo nuestro organismo. 

Se genera una respuesta inflamatoria inespecífica en la zona invadida por el patógeno, a cargo de la inmunidad innata (con la que nacemos, antes de entrar en contacto con microorganismos patógenos y sustancias extrañas a nuestro cuerpo). Esta respuesta inmunológica que presenta la segunda barrera a la infección se caracteriza por ser:

  1. Inespecífica. solo identifica que debe combatir un patógeno, pero no identifica de qué tipo es. Responde de la misma manera a la presencia de cualquiera de ellos.
  2. Inmediata
  3. Muy potente 
  4. No implica memoria inmunológica

Se pone en marcha el proceso de fagocitosis, llevada a cabo por los diferentes tipos de leucocitos o glóbulos blancos que forman parte del sistema inmunitario: los granulocitos (basófilos, neutrófilos y eosinófilos), los agranulocitos (monocitos y linfocitos T y B) y los macrófagos, todas ellas células especializadas en la detección, fagocitosis y destrucción de bacterias y otros organismos dañinos.

Además, se produce liberación de citoquinas que comunican con otras células del sistema inmune, iniciando la estimulación de las células de inmunidad adquirida.

 

3. Tercera barrera de defensa: Respuesta inmune adquirida (adaptativa)

La tercera y última barrera de defensa tiene la finalidad de reconocer al invasor y generar una respuesta específica frente a cada antígeno concreto (patógeno) para neutralizarlo y eliminarlo. Esta última línea de defensa va a conferirnos inmunidad a largo plazo frente a un patógeno concreto, lo que se conoce como memoria inmunológica.

Cuando el microorganismo (antígeno) consigue atravesar la 1° y la 2° barreras de defensa y se genera la infección, el sistema inmune pone en marcha la tercera barrera de defensa a cargo de los linfocitos B y T circulantes por la sangre(unas células que se producen en la médula ósea donde maduran hasta convertirse en linfocitos B, o bien se desplazan aún inmaduros hasta la glándula del timo donde permanecen hasta que migran de nuevo a la medula ya como linfocitos T maduros).

Se ponen en marcha diferentes procesos biológicos y se producen diversas sustancias (anticuerpos) para atacar al microorganismo invasor concreto y eliminarlo:

  1. Los linfocitos B detectan la presencia del invasor (antígeno, Ag), elaboran anticuerpos específicos (proteínas especializadas, Ac) contra él para inactivarlo y favorecer su eliminación y después pasan a formar parte de la memoria inmunológica del cuerpo. Durante el primer encuentro con ese antígeno, el cuerpo tarda unos cuantos días en producir una cantidad suficiente del anticuerpo específico. La respuesta inmunitaria de este primer contacto, por tanto, es lenta, pero a partir de ese primer contacto, cada vez que un linfocito B se vuelve a encontrar con ese mismo antígeno, los linfocitos B de memoria lo reconocen de inmediato, se multiplican, se transforman en células plasmáticas y producen anticuerpos. Esta respuesta ya es veloz y muy eficaz. 
  2. Los linfocitos T, en cambio, actúan directamente sobre el agente patógeno, destruyen inmediatamente a los invasores que han detectado los linfocitos. Tienen funciones de citotoxicidad, células de defensa (destrucción) y regulación.

El proceso que acaba de ponerse en marcha, la respuesta inmune adaptativa o adquirida tiene tres importantes características:

  1. Es específica. Para cada agente extraño al organismo (antígeno) se desencadena una respuesta determinada (anticuerpo). Para cada antígeno, un tipo de anticuerpo. Cada linfocito B, al ser activado, produce un anticuerpo específico. El cuerpo tiene millones de linfocitos B diferentes, capaces de detectar antígenos distintos.

  1. Tiene memoria: los linfocitos fabrican anticuerpos con mayor rapidez y en mayor cantidad contra antígenos que ya conocen (contacto previo con ese microorganismo, vacunas), ayudando a prevenir futuras infecciones por el mismo microorganismo, garantizando la protección a largo plazo.
  2. Es moderada y sostenida: existen mecanismos capaces de regular la producción, concentración y persistencia de los anticuerpos en el organismo. 

Para funcionar correctamente todo este proceso que acabamos de describir y poder dar la respuesta inmunológica adecuada en cada situación, nuestro sistema de barreras de defensa requiere de equilibrio y entrenamiento. 

Para ayudar a nuestro cuerpo a conseguirlo, te recomendamos llevar una vida saludable, una dieta sana, variada y equilibrada, descanso adecuado y ejercicio con moderación. Además Inmune de PrecisonBiotics, que combina la cepa probiótica específica PB-VIR™ de Bifidobacterium longum (1×109 bacterias por comprimido) con 400UI de vitamina D3, que contribuye al normal funcionamiento del sistema inmune, te ayudará a fortalecer y equilibrar tu sistema inmunitario y reforzar tus defensas.

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